Los reflejos son efímeros, son simples imágenes de mentira que permanecen ante nuestras retinas durante un tiempo, un corto período de tiempo en que nos parece que lo que vemos es real. Aunque realmente no lo sea. Los reflejos forman parte de ese mundo abstrato que está dentro de nosotros, como los sueños o como los recuerdos: no son materiales, no podemos olerlos ni tocarlos... pero existen. Un mundo que vive en nuestras almas es el lugar de estas visiones en las que nos fijamos raras veces. Realidad reflejada. No es más que una realidad paralela al vivir de cada día; una imaginación de nuestra vista así como nuestras mentes imaginan.
Tratar de fotografiar este mundo es algo totalmente distinto a lo realizado hasta ahora. Se trata de tomar imágenes de algo que realmente no existe. ¿ómo podemos hacer esto? solo se me ocurre responder que con visión fotográfica... y con imaginación. Una imaginación que supere la pobre realidad de cada día y nos ayude a imaginar que existe un mundo del revés, o un mundo abstracto si lo prefieren, pero otro mundo al fín y al cabo. Y, ¿no es esto lo que hoy en día busca el ser humano constantemente? Las guerras, el hambre, las enfermedades... Todo esto pide a gritos una realidad paralela a la que ven ante sus ojos; una realidad que se parezca a la cotidiana solo superficialmente, pero que tenga un fondo enteremente distinto, con otro corazón y otra alma...
Se trata de saber mirar a nuestro alrededor como un buen retratista acierta al captar el ánimo de su retratado, como un buen actor expresa los sentimientos de su personaje... Todo un mundo interior escondido tras una máscara de realidad.
No importa que sea abstracto, no importa que no se comprenda, no importa que sea irreal... lo que importa es que pese a todo ello los reflejos existen, y solo por eso, así como los sentimientos y las esperanzas, son dignos de ser fotografiados con nuestras cámaras.
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