jueves, 18 de octubre de 2007

...Las Mil Fotos...

Mi cámara, mi caja de mariposas, mi compañera durante un día entero... comienza a amanecer, y con ello mis ganas de quedarme en la cama, mi sueño, mi pereza... pero este día guarda algo especial, algo que no pasa el resto de los días y que me hace sentir unas pequeñas ganas de levantarme y comenzar a fotografiar el día entero.
Y comienzo: mi cuarto, oscuridad, mis zapatillas... al llegar a la facultad fotografío la entrada de Comunicación, día a día durante más de dos años y aún no me había fijado en ella... justo después comenzó lo más interesante: la gente. Sé por experiencia que la facultad de comunicación es la más visitada de las facultades de la universidad, gente por todas partes y en todas direcciones. Prisas y un alboroto que decido fotografiar antes de que comience la clase.... Después los profesores, los compañeros, cafetería, vuelta a casa...
Todo ello fue muy interesante, el hecho de fijarme en cosas en las que antes no me había fijado me descubrió cosas nuevas en mi vida. Pero sin duda lo más interesante fue la llegada a casa. Me dediqué a recopilar todo lo que había hecho a lo largo del día y me dí cuenta de que recordé muchos más detalles de los que esperaba: la parada del autobús, un arbol, un anciano sentado en un banco...
He aprendido muchas cosas tras esta práctica. He aprendido a fijarme en los detalles, he aprendido a valorar lo que tengo a mi alrededor y lo más interensante, he aprendido a mirar desde un punto de vista más artístico, más fotográfico.
Gracias a esta práctica sé lo que es un día entero en mi vida. Solo puedo decir que he aprendido y que, pese a que todas las experiencias han sido buenas en este día tan fotográfico la sensación final fue contradictoria y extraña: me gustaría haber tenido todas esas fotos en mis manos al meterme de nuevo en la cama... todo lo que me quedaba: Mil fotos invisibles...

jueves, 11 de octubre de 2007

Juguetes de la infancia
























Los juguetes...
cuando era una niña solía jugar con mis hermanos a indios y vaqueros, solíamos montar la pista de escalestric para hacer carreras de cochecitos.... recuerdo que solía dormir abrazada a todos mis peluches y que tenía un osito que era especial.

Los juguetes son nuestros compañeros de la infancia que nos acompañan en todos nuestros juegos, encarnan nuestros sueños, nuestras historias... hacen que echemos a volar nuestra imagianción con figuritas de plástico y creernos que estamos en el lejano oeste, donde indios por un lado y vaqueros por el otro se disputan unas tierras que tan solo yo sé a qué manos irán a parar...

He de confesar que mientras realizaba las fotografías algo de esa infancia, un pequeño resquicio de lo que había sido en un pasado comenzó a brotar en mi interior. Con la ayuda de mi hermano pequeño, ese sentimiento se iba avivando mientras me contaba sus experiencias de la tarde anterior que había tenido junto a sus amigos y los juguetes que ahora mismo nos dedicábamos a ordenar.

Es verdad, me dí cuenta de que en el fondo no había dejado de ser una niña pues, aunque solo fuera por un instante, llegué a sentir nostalgia de aquellas tardes tan agradables dejando volar mi imaginación hacia otros mundos, otros misterios... siendo totalmente inconsciente del mundo real que me rodeaba.

He llegado a comprender con esto que la fotografía es capaz de mostrar no solo la realidad en la que nos encontramos sino también aquella que sentimos en nuestro interior, y así lo he reflejado en mis imágenes, tal y como las recordaba cuando tan solo era una niña.

martes, 2 de octubre de 2007

HISTORIA DE UN ARBOL

Arbol amarillo de la Ciudadela de Pamplona























La fotografía es un arte que a muchos atrae, a algunos envuelve y que pocos entienden realmente. Cuando el profesor nos propuso una práctica que consistía en sacar fotografías a un árbol, todo un carrete a un mismo árbol, creímos que este trabajo no nos permitiría desplegar nuestras capacidades como principiantes fotógrafos que buscan lanzarse a la captura de una de esas fotografías que tanto nos llaman la atención: niños con sus sonrisas esperanzadorasy ojos como platos, ancianos con miradas indiferentes rendidos ante el paso del tiempo, grandes paisajes silenciadores dignos de admirar... Un árbol no tiene nada de eso.

Como dijo el profesor en clase, la estructura del árbol es similar a la del cuerpo humano: tiene tronco, el cual podría compararse con el torso humano. Posee raíces, que podrían ser los pies del ser humano; y tiene una copa con sus ramas, que podrían ser los brazos y la cabeza del hombre. Al comenzar con la fotografía nos adentramos en un modo distinto de ver el mundo y de comprenderlo. Me gustaría comenzar a fotografiar personas de carne y hueso, pero para ello he aprendido con esta práctica que es necesario conocer primero los elementos que nos rodean. No se trata de disparar y fotografiar a lo primero que nos llame la atención sino que la fotografía pretende ir más allá de lo que el ojo no ve. Se trara de saber expresar lo que cada uno llevamos dentro y cómo plasmamos las sensaciones que transmite nuestro entorno. Es más, antes de lanzarnos a retratar expresiones es importante saber entender todo aquello que vive a nuestro alrededor. Por esto creo que retratar un árbol es un buen ejercicio necesario antes de enfrentarnos al complicado mundo de la persona fotografiada.
El árbol es inmóvil. Podemos apretar el botón disparador de nuestra cámara tantas veces como queramos sin que nuestro modelo se perturbe lo más mínimo. He de confesar que para mí ha sido sumamente importante que mi árbol en cuestión se dejara fotografiar de una forma tan entregada. Incluso he podido sentir que en ocasiones me llamaba y me decía que quería ciertas perspectivas complicadas para mí. En fín, al árbol le gusta la fotografía, más aún, le gusta que lo fotografíen, y para eso el mío se vistió con un traje amarillo de preciosos brillos dorados. Las hojas, cuya gran mayoría había cedido paso al otoño dejándose caer con la brisa de los atardeceres, guardaban aún entre tanto verde del paisaje, su peculiar color. He intentado plasmar en mis fotos la singularidad de este árbol, como si no dependiera de paisaje ni contexto ni compañía. Situado en un lugar aparte de los demás árboles, éste deseaba sobrevivir el paso del tiempo como si de una planta autónoma se tratara.
Pero lo cierto es que el otoño ha llegado. Y aunque hoy el cielo simula una especie de verano nostálgico, el resto de árboles se rinden al ciclo de la vida y sus colores y sus hojas van dando paso a una nueva era. He descubierto otra forma de mirar a los árboles, naturaleza viva: cada uno tiene una personalidad y una forma de expresarse, como los serer humanos. Tal vez sean estáticos, pero mi árbol me dijo que quería que lo fotografiara potente, llamativo, veraniego. Sí, hizo que me moviera a su gusto en cada fotografía.